![[personal profile]](https://www.dreamwidth.org/img/silk/identity/user.png)
Las voces no tocan timbre. No llaman al citófono. No tienen habitación.
Una es una voz que chilla por las madrugadas y quiere a toda costa salir a tomar aire a la azotea.
Otra es una voz aterciopelada que habla sin pausas, no conoce las comas. Siempre habla de ingerir café en enormes cantidades y dice que conseguir algo de morfina no nos vendría mal.
Hay otra que suena más familiar, es similar a la voz de mi madre y probablemente es la más cruel. Todo el tiempo quiere huir. Vive en algún rincón propenso al eco. La voz reverbera por alguna habitación metafísica. Probablemente es la voz que más duele.
Me visitan con la frecuencia con la que apago las luces de la habitación.
Me visitan desde siempre, aunque solían saber menos palabras. Quizá por eso no hablaban demasiado.
Crecí y conmigo adquirieron más palabras. Pero hay un detalle: a esas voces no les agradan las letras. Es por eso que cuando quiero que se callen, tomo un libro. Los compro con frecuencia. Nunca son suficientes.
También escribo y es así como también se alejan. Ahora mismo se han alejado... A veces es agradable un poco de soledad.
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Observaciones: Paciente Alma Viteri, de 21 años de edad. Sesgos esquizoides. Alude a las voces que oye con frecuencias y es consciente de que no existen más que como sonido. Les atribuye personalidades, temores y falencias.
Dra. Amber Emmet M.
Una es una voz que chilla por las madrugadas y quiere a toda costa salir a tomar aire a la azotea.
Otra es una voz aterciopelada que habla sin pausas, no conoce las comas. Siempre habla de ingerir café en enormes cantidades y dice que conseguir algo de morfina no nos vendría mal.
Hay otra que suena más familiar, es similar a la voz de mi madre y probablemente es la más cruel. Todo el tiempo quiere huir. Vive en algún rincón propenso al eco. La voz reverbera por alguna habitación metafísica. Probablemente es la voz que más duele.
Me visitan con la frecuencia con la que apago las luces de la habitación.
Me visitan desde siempre, aunque solían saber menos palabras. Quizá por eso no hablaban demasiado.
Crecí y conmigo adquirieron más palabras. Pero hay un detalle: a esas voces no les agradan las letras. Es por eso que cuando quiero que se callen, tomo un libro. Los compro con frecuencia. Nunca son suficientes.
También escribo y es así como también se alejan. Ahora mismo se han alejado... A veces es agradable un poco de soledad.
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Observaciones: Paciente Alma Viteri, de 21 años de edad. Sesgos esquizoides. Alude a las voces que oye con frecuencias y es consciente de que no existen más que como sonido. Les atribuye personalidades, temores y falencias.
Dra. Amber Emmet M.